La vida entera del Seminario tiende a formar pastores. Se pone un especial cuidado para que los alumnos se formen en el aspecto teórico como en el práctico, atendiendo a las propiedades que señala el Plan Diocesano de Pastoral: atención a la familia: a los jóvenes, al fenómeno de las migraciones, a los medios de comunicación, a los que viven en pobreza infrahumana, a los enfermos, a los que son privados de sus derechos humanos, dentro del marco que implica la Nueva Evangelización.

Cada año se hace un reajuste en cuanto se refiere a las actividades pastorales: se buscan espacios y tiempos que faciliten el acompañamiento de los formandos, la asesoría del consejo Técnico de cada línea de Pastoral, sin perder de vista el criterio primordial: la formación del Seminario en la mística del servicio debe estar por encima de los intereses particulares de los Asesores. Se les pide a los sacerdotes de la Diócesis para que, en calidad de formadores asesoren, guíen y acompañen a los seminaristas que se están formando Pastores.

Se procura que los alumnos del Seminario Diocesano aprendan a trabajar en equipo, a respetar y a tomar en cuenta los programas diseñados en base al Plan Diocesano de Pastoral, a dar lugar a los laicos, a promover su vocación específica y su colaboración.